El factor ignorado: contaminación del aire y riesgo de demencia

Si revisaras en internet el tiempo que dedicamos a respirar a lo largo de nuestra vida encontrarías datos muy interesantes. Mientras elaboraba este artículo hice esa búsqueda y encontré esta información:

«En promedio, una persona en reposo toma alrededor de 16 respiraciones por minuto. Esto significa que respiramos alrededor de 960 veces por hora, 23.040 respiraciones al día, 8.409.600 al año. Dicho de otra forma, una persona que vive hasta los 80 tomará alrededor de 672,768,000 respiraciones en su vida.»

¡Asombroso!

Lo más llamativo es que al ser un proceso completamente automático rara vez nos detenemos a pensar en nuestra respiración y más importante todavía, en la calidad de lo que respiramos.

Quizás por eso cuando hablamos de los factores de riesgo que incrementan el riesgo de desarrollar demencia mencionamos la edad, la dieta, la genética, la presencia de enfermedades crónicas no transmisibles, pero casi nunca (y del «casi» no estoy seguro) pensamos en la calidad del aire que respiramos.

Por esta razón, en nuestro artículo de hoy nos estaremos acercando a esta intrigante relación, que no por menos conocida y estudiada, es menos importante.

Contaminación del aire en el escenario actual

A nivel global más del 90 por ciento de las personas respiran aire que no cumple con los estándares de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Pero eso no es todo, en 2018 la OMS identificó la contaminación del aire como el segundo factor de riesgo más grande para el desarrollo enfermedades no transmisibles en todo el mundo.

De acuerdo con un informe publicado en 2019, la contaminación del aire causó a nivel mundial la mayor cantidad de muertes entre todos los factores de riesgo. Solamente fue superado por la dieta, la hipertensión, el tabaquismo y la glucemia alta.

Si bien es cierto que con el desarrollo de la economía y los avances tecnológicos la contaminación del aire se ha reducido notablemente en los países desarrollados, en los países más pobres la contaminación del aire causa anualmente alrededor de cinco millones de muertes. Considérese que todavía existen más de 3 mil millones de personas que cocinan en interiores, empleando fuegos alimentados con leña, biomasa, queroseno o carbón (Peeples, 2020).

Pero ¿qué partículas son más dañinas?

La contaminación del aire comprende un «cóctel» de gases, sólidos y partículas líquidas en suspensión. Si bien esta mezcla contiene numerosos ingredientes peligrosos, como ozono (O3), dióxido de azufre (SO2) y monóxido de carbono (CO), el componente que parece más preocupante para la salud general, y la salud cerebral en particular, es la concentración promedio de material particulado (PM, por sus siglas en inglés) (Underwood, 2017)


Este PM puede provenir de varias fuentes, pero las más frecuentes son la quema de carbón, de combustibles fósiles y biomasa, las cuales se derivan la mayoría de las veces de las industrias y los automóviles.

Si bien el tamaño de las partículas contaminantes puede variar, las partículas más pequeñas son las más dañinas para la salud. Existen varios estudios que han comprobado que las partículas con un diámetro menor a 10 (PM10) y 2.5 (PM2.5) micrómetros (µm) son las que mayor daño causan a la salud.

Por ejemplo el PM2.5, generalmente proviene del humo, el polvo y el escape de los autos. Debido a que el PM2.5 es tan pequeño (30 veces más pequeño que el ancho del cabello humano promedio), puede permanecer en el aire durante largos períodos de tiempo, infiltrarse en edificios, casas y finalmente penetrar el cuerpo humano.

De esta forma existen evidencias que relacionan a las PM2.5 con el desarrollo de enfermedades respiratorias, cardiovasculares e incluso trastornos neurológicos.

Contaminación del aire, salud general y salud cognitiva

Algunos de los riesgos para la salud de la inhalación de partículas finas y ultrafinas (como las PM2.5 y PM10) están bien establecidos. Por ejemplo, la inhalación de estas partículas se asocian con el asma, el cáncer de pulmón y más recientemente con las enfermedades cardíacas.

Además, un creciente cuerpo de evidencia sugiere que la exposición a estas partículas también puede dañar el cerebro, acelerar el envejecimiento cognitivo e incluso puede aumentar el riesgo de enfermedad de Alzheimer y otras formas de demencia (Underwood, 2017)

Por ejemplo, un estudio reciente encontró que existían fuertes asociaciones entre PM2.5 y múltiples trastornos neurológicos. Los autores comprobaron que quienes se exponían con mayor frecuencia a partículas ultrafinas tenían un mayor riesgo de presentar accidentes cerebrovasculares hemorrágicos e isquémicos, mayor riesgo de demencia y también de enfermedad de Parkinson.


Esta especial vulnerabilidad del sistema nervioso frente a las partículas PM2.5 se debe a la capacidad de estas para ingresar directamente al torrente sanguíneo, provocando lesiones cerebrales y causando neurotoxicidad (Peeples, 2020).

Más recientemente también se han obtenido evidencias sobre cómo la contaminación del aire incrementa el riesgo de demencia. Esta relación podría estar basada en dos mecanismos fundamentales. El primer mecanismo incluye el efecto neurotóxico directo de las partículas ultrafinas (PM2.5) sobre el cerebro causando neuroinflamación y neurodegeneración.

Incluso se reconoce actualmente que el daño a las células neuronales causado por las micropartículas PM2.5, especialmente en fetos y bebés, puede causar alteraciones cerebrales permanentes o conducir a enfermedades neurológicas en la edad adulta.

En segundo lugar (mecanismo dos), la contaminación del aire podría causar y/o agravar al menos cinco de los factores de riesgo establecidos para la demencia (es decir, obesidad, hipertensión, accidente cerebrovascular, diabetes mellitus y enfermedades cardíacas) (Dos Santos et al., 2021).

Contaminación del aire y riesgo de demencia: la evidencia

Aunque el vínculo entre contaminación del aire y el riesgo de demencia sigue siendo un tema controvertido, existen varios estudios que sugieren que residir en zonas con altos niveles de contaminación implica un riesgo sustancial para nuestra salud cerebral. De hecho, el último reporte de la comisión Lancet consideró que la contaminación del aire podría ser responsable del 2% de los casos de demencia alrededor del mundo (Livingston et al., 2020)

En este punto sería útil que revisemos algunos de los estudios más relevantes en este campo durante los últimos años.

Para comenzar queremos presentar una importante investigación publicada en 2018, realizada en Londres, que exploró la asociación entre la exposición a partículas contaminantes contenidas en el aire y el riesgo de desarrollar demencia.

Los autores estudiaron a 139 718 londinenses entre los 50 y los 79 años de edad evaluando tres variables fundamentales: 1) la concentración de partículas contaminantes a las que habían estado expuestos, 2) la densidad del tráfico de acuerdo a la zona de residencia de las personas y 3) los niveles de ruido a causa del tráfico.


Como precaución adicional, los investigadores “controlaron” en la muestra otras variables que contribuían de forma independiente al riesgo de demencia, como por ejemplo la edad, el sexo, el origen étnico, el tabaquismo, el índice de masa corporal, los antecedentes personales de enfermedades cardiovasculares y la presencia de diabetes.

Los resultados mostraron que los adultos que vivían en zonas con concentraciones de dióxido de nitrógeno (NO2) superiores a 41.5 microgramos por metro cúbico (µg/m3) tenían un mayor riesgo de desarrollar demencia que quienes residían en áreas con concentraciones de NO2 inferiores a 31.9 µg/m3.

Además, las personas que vivían más cerca de zonas con elevado tráfico (por ejemplo autopistas) también mostraban un riesgo de demencia incrementado. Esta asociación mostró ser mucho más consistente para la enfermedad de Alzheimer y en menor grado para la demencia vascular (Carey et al., 2018).

Al año siguiente de publicado este estudio, un grupo de investigadores adscritos a universidades australianas e inglesas compartieron una importante revisión donde analizaban la evidencia disponible hasta la fecha sobre la relación entre la contaminación del aire y el riesgo de desarrollar demencia (Peters et al., 2019)

Los autores revisaron 13 investigaciones realizadas en cinco países (Estados Unidos, Canadá, Taiwán, Suecia y el Reino Unido) comprobando que el contaminante que se registraba con mayor frecuencia era el PM2,5 (diámetro ≤ 2,5 µm) y en menor medida la presencia de dióxido de nitrógeno (NO2) y ozono (O3) .

Luego de sistematizar los resultados de todos los estudios los autores resumieron sus hallazgos de la siguiente manera: “Hasta el presente, la evidencia sugiere que una mayor exposición al aire contaminado puede incrementar el riesgo de deterioro cognitivo y demencia”.

Más recientemente, en 2020, se publicó un nuevo estudio de corte meta-analítico donde se exploró una vez más la calidad de la evidencia sobre la relación entre contaminación del aire y el riesgo de demencia.

En esta oportunidad los autores comprobaron que las personas que viven en países con altos índices de contaminación del aire (como por ejemplo China y la India) duplican el riesgo de demencia en comparación con las personas que residen en países con índices medios y bajos de contaminación (por ejemplo, Estados Unidos, Canadá y Suecia) (Fu & Yung, 2020).

silhouette of factory smoke

RANY Insights

 

Evidencias...

La evidencia sugiere que una mayor exposición al aire contaminado puede incrementar el riesgo de deterioro cognitivo y demencia.

 

Riesgo...

Quienes viven en países con altos índices de contaminación del aire duplican el riesgo de demencia en comparación con las personas que residen en países con índices medios y bajos de contaminación.


¿Debo preocuparme?

Los resultados anteriores ofrecen una interesante perspectiva sobre el impacto de los agentes contaminantes contenidos en el aire sobre el riesgo de desarrollar deterioro cognitivo durante la adultez mayor y especialmente la enfermedad de Alzheimer.

 Sin embargo, debemos advertir que se necesita más investigación para confirmar una relación causal entre ambos factores y que los resultados obtenidos hasta la fecha no son conclusivos, aunque sí ofrecen una evidencia preliminar muy interesante que seguramente despertará el interés de muchos investigadores e instituciones alrededor del mundo.

Por el momento, todavía existen muchos otros factores de riesgo que podemos modificar y que se han descrito en este mismo blog. Controlar la hipertensión arterial, la diabetes, reducir el peso corporal, incrementar la actividad física, evitar el aislamiento social y reducir el consumo de alcohol son algunas de las acciones sobre las que podemos tomar control y que podrían marcar la diferencia.

Esperamos que el tema de hoy resultara de tu interés y que las recomendaciones sugeridas te ayuden a mejorar tu calidad del sueño.

Si te pareció interesante este contenido, o deseas que abordemos otros temas en nuestro blog, déjanos tus opiniones en la sección de comentarios.

¡Hasta el próximo lunes!


El factor ignorado: contaminación del aire y riesgo de demencia
Yunier Broche-Pérez PhD 30 August, 2021

Profesor de Neurociencias, Neuropsicología y Psicología Experimental. Mi investigación actual se centra en la neuropsicología positiva, la salud cognitiva y las enfermedades neurodegenerativas..
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