¿Cómo se relacionan la salud intestinal y la salud cerebral?
El eje cerebro-intestino-microbiota

El tracto gastrointestinal de un ser humano saludable contiene más de 1 kg de microorganismos, de los cuales los más estudiados son las bacterias. Para poner este número en perspectiva, nuestros intestinos contienen significativamente más bacterias que nuestros cuerpos contienen células humanas.

La gran mayoría de estos microorganismos están presentes en el intestino grueso y juntos constituyen lo que se conoce como microbioma humano. Un componente de microbioma humano es la microbiota, también conocida como flora intestinal, microflora o flora humana, y se refiere al conjunto de microorganismos vivos o bacterias que se encuentran en el intestino o tubo digestivo del organismo humano.

En nuestro intestino habitan alrededor de 1.000 especies y 7.000 cepas de bacterias entre las cuales las más comunes son las conocidas como Firmicutes (51%) y Bacteroidetes (48%) (Huttenhower et al., 2012).

Hasta hace poco, se consideraba que estas bacterias estaban involucradas exclusivamente en procesos que ocurren en el intestino, como la fermentación de carbohidratos, la síntesis de vitaminas (en particular vitamina B y K) y el metabolismo xenobiótico, además de actuar como barrera frente a diversas enfermedades.

Sin embargo, durante los últimos 15 años, las funciones del microbioma intestinal se han ampliado al conocerse que además están estrechamente relacionadas con el desarrollo de enfermedades como la diabetes, el asma, la obesidad y las enfermedades cardiovasculares (West et al., 2015).

Por si fuera poco, recientemente también se ha comprobado que la cantidad y calidad del microbioma intestinal tiene un estrecho vínculo con la salud cerebral y cognitiva, y que la existencia de una flora intestinal poco saludable es un importante factor que se relaciona con la aparición de padecimientos neurodegenerativos como las enfermedades de Alzheimer y Parkinson.

En nuestro artículo de hoy nos acercaremos brevemente a esta compleja relación.

El «eje cerebro-intestino-microbiota»: una ruta de dos vías

Durante la última década se ha acumulado una cantidad considerable de información sobre la acción del microbioma sobre el sistema nervioso central (SNC), proponiéndose en este sentido el denominado «eje cerebro-intestino-microbiota».

El «eje cerebro-intestino-microbiota» se refiere a una red de conexiones que involucra múltiples sistemas biológicos y que permite la comunicación bidireccional entre las bacterias intestinales y el cerebro, siendo crucial para mantener la homeostasis (el «equilibrio») de los sistemas gastrointestinal, nervioso central y microbiano en los seres humanos (Morais et al., 2021)

En este sentido, el SNC influye sobre el intestino regulando su permeabilidad, la secreción de sustancias, y la motilidad e inmunidad del tracto digestivo, mientras que la microbiota puede interactuar con el sistema nervioso influyendo sobre la respuesta inmune, comunicándose a través del nervio vago y sirviendo como «regulador» de distintos mediadores químicos, como por ejemplo los neurotransmisores y las hormonas.

En el caso particular del nervio vago, este está compuesto por dos haces de neuronas (nervios) que corren a ambos lados del cuerpo, desde la base del cerebro hasta el abdomen. La estimulación del nervio vago se puede lograr de manera eficiente mediante señales derivadas de células especializadas que se encuentran en el intestino, pero además puede ser provocada por señales enviadas por las bacterias del microbioma, algo que se sabe desde hace poco tiempo.

En el caso de los neurotransmisores, microorganismos como Escherichia, Bacillus y Streptococcus pueden producir dopamina la cual es utilizada en procesos como el control motor y el comportamiento motivado por recompensas. Además, bacterias como la Lactobacillus, Lactococcus y Enterococcus pueden liberan acetilcolina e histamina, sustancias químicas que ayudan al sueño, la función cognitiva y una mayor regulación de los neurotransmisores.

De este modo, un desequilibrio de estos microorganismos puede conducir a una reducción de la producción de dopamina y acetilcolina, lo que lleva a un deterioro cognitivo a través del daño neuronal (Morais et al., 2021).

Eje cerebro-intestino-microbiota y desarrollo de enfermedades neurodegenerativas

Las bacterias intestinales pueden desempeñar un papel importante en el desarrollo de la enfermedad de Alzheimer.

Como hemos discutido en otros artículos, una de las características distintivas de la enfermedad de Alzheimer es la acumulación de placas amiloides entre las células nerviosas (neuronas) del cerebro, las cuales dificultan la comunicación entre ellas, impactando de forma negativa sobre la memoria y los demás procesos cognitivos (Ambrosini et al., 2019)La flora intestinal puede producir amiloide, la cual ingresa a la circulación sanguínea para luego cruzar la barrera hematoencefálica ingresando de este modo al cerebro.

En el caso de los pacientes con Parkinson, los síntomas asociados a alteraciones gastrointestinales están bien documentados. Sin embargo, evidencia reciente sugiere que el tracto gastrointestinal y el «eje cerebro-intestino-microbiota» pueden ser más importante para la afección de lo que se pensaba anteriormente.

Por ejemplo, el estreñimiento es un síntoma gastrointestinal común que se presenta en una etapa muy temprana de la enfermedad de Parkinson, a menudo antes de que se manifiesten los problemas del movimiento que caracterizan la enfermedad (Romano et al., 2021).

Este estreñimiento ocurre como resultado de un daño en el sistema nervioso entérico del tracto intestinal (a menudo al sistema nervioso entérico se le denomina el «segundo cerebro») sin embargo, los científicos también han descubierto que el riesgo de desarrollar Parkinson se puede estimar a partir de la gravedad del estreñimiento y la frecuencia de las deposiciones.

De esta forma, en los pacientes con Parkinson se pueden encontrar signos físicos de patología en el tracto gastrointestinal hasta 20 años antes del diagnóstico de la enfermedad (Chiang & Lin, 2019).  Estos hallazgos dan crédito a una hipótesis que sugiere que la enfermedad de Parkinson en realidad tiene su punto de partida en el intestino y que desde ahí se extiende al cerebro a través del «eje cerebro-intestino-microbiota».

Esta hipótesis se ha visto sustentada por estudios que han comprobado que luego de seccionar el nervio vago (y con esto interrumpir una de las vías de comunicación del eje cerebro-intestino), el riesgo de desarrollar Parkinson se reduce drásticamente (Liu et al., 2017). 

La intervención dietética es uno de los métodos más eficaces para modificar la microbiota intestinal. Se ha demostrado que las dietas ricas en alimentos de origen vegetal, nueces y antioxidantes y bajas en grasas saturadas y azúcares refinados inhiben las respuestas inflamatorias, reducen la resistencia a la insulina y disminuyen el riesgo de deterioro neurocognitivo (incluida la enfermedad de Alzheimer).

Otro modo de estimular la salud de nuestra flora intestinal es complementando la dieta con alimentos probióticos. Los probióticos son alimentos (también pueden encontrase como suplementos alimenticios) que contienen microorganismos vivos destinados a mantener o mejorar las bacterias «buenas» del cuerpo.

Por otra parte, las dietas bajas en antioxidantes y altas en ácidos grasos proinflamatorios facilitan la deposición de amiloide y activan los procesos inflamatorios que dañan el tejido cerebral.

De este modo, algunas recomendaciones sobre cómo estimular la salud de nuestra flora intestinal (y con ello prevenir el deterioro cognitivo) son:

  • Consumir una amplia variedad de alimentos, baja cantidad de grasas y poca azúcar.

  • Comer muchas verduras, legumbres, frijoles y frutas.

  • Ingerir alimentos fermentados (por ejemplo, yogurt).

  • No abusar de los edulcorantes artificiales.

  • Practicar ejercicios físicos y evitar el sobrepeso.

  • Complementar la dieta con un suplemento probiótico.

Esperamos que el tema de hoy resultara de tu interés. Si te pareció interesante este contenido, o deseas que abordemos otros temas en nuestro blog, déjanos tus opiniones en la sección de comentarios.

İHasta el próximo lunes!

¿Cómo se relacionan la salud intestinal y la salud cerebral?
Yunier Broche-Pérez PhD 9 August, 2021

Profesor de Neurociencias, Neuropsicología y Psicología Experimental. Mi investigación actual se centra en la neuropsicología positiva, la salud cognitiva y las enfermedades neurodegenerativas..
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Sonrisa saludable; ¿cerebro saludable?