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Seguramente te has preguntado cómo podríamos alcanzar toda la potencialidad de nuestro cerebro. Después de todo solamente utilizamos el 10% de su capacidad.
Si logramos desarrollar el restante 90% podríamos levitar, caminar sobre fuego sin sentir dolor o quizás hasta atravesar paredes. O quizás no.
De hecho, esta creencia (me refiero a que utilizamos solamente el 10% de nuestro cerebro) no pasa de ser falsa, algo sin sustento en la evidencia científica. Sin embargo, esta concepción errónea, y muchas otras, son frecuentes dentro del público general y pueden tener un impacto negativo, por ejemplo, dentro del campo de la educación.
Después de todo, si creemos que los niños son mejores que las niñas en las Matemáticas para qué tomarnos la molestia de estimular su aprendizaje en ellas. Si el cerebro no cambia y si nuestra mente está predeterminada por los genes es mejor que las cosas tomen su rumbo por sí solas, los buenos serán buenos y los menos avanzados… bueno, allá ellos.
Lo más peligroso de nuestras concepciones erróneas, con independencia del campo al que hagan referencias, es que sirven como justificación cognitiva para el modo en el que nos comportamos. A fin de cuentas si piensas que algo no es posible, harás muy poco para cambiarlo.
Dentro del campo de las neurociencias, a las concepciones erróneas sobre el funcionamiento del cerebro y la cognición las denominamos «neuromitos».
La profesora Elena Pasquinelli, investigadora del Departamento de Estudios Cognitivos de la Escuela Normal Superior de París, es una de las investigadoras que más ha trabajado la temática de los neuromitos internacionalmente. De acuerdo con la profesora Pasquinelli, los neuromitos pueden tener su origen en diversos procesos.
Es posible que algunos de ellos se deban a la distorsión de hechos científicos. Por ejemplo, cuando el titular en una publicación (periódico, revista, etc.) anuncia que los científicos han encontrado «el gen del amor» se está sobre-simplificando un resultado con el objetivo de atraer audiencia, lo cual —aunque logra su objetivo (atraer el público)— se encuentra lejos del verdadero resultado de la investigación original citada.
Los neuromitos también pueden ser el resultado de hipótesis científicas que se han mantenido verdaderas durante un tiempo, pero que luego han dejado de ser ciertas por la acumulación de nuevas evidencias. Como no estamos actualizados con los nuevos datos seguimos funcionando con el viejo conocimiento como si todavía fuera cierto.
En este caso podemos mencionar el famoso «Efecto Mozart».
En 1993 Frances Rauscher, Gordon Shaw y Catherine Ky publicaron un estudio donde daban a conocer su investigación acerca del efecto que tenía escuchar la música de Mozart sobre el razonamiento espacial (dicho de otro modo, la habilidad para manipular figuras bidimensionales y tridimensionales).
En el artículo original (publicado en la prestigiosa revista Nature) los autores reportaron un aumento temporal de las habilidades de razonamiento espacial. Para evaluar las habilidades de razonamiento antes y después, los investigadores emplearon una subescala del Test de Inteligencia Stanford-Binet.
¿Dijeron «inteligencia»? ¡Wao!, está clarísimo. ¡Escuchar la música de Mozart aumenta la inteligencia! ¡Increíble!
No tan rápido. En primer lugar los autores nunca emplearon el Test de Inteligencia Stanford-Binet sino únicamente una subescala. Por otra parte, el efecto reportado no duraba más de 15 minutos. Sin embargo, la frase «incrementa la inteligencia» fue lo que la mayoría del público interpretó cuando grandes medios de prensa divulgaron el resultado (entre ellos el New York Times y el Boston Globe).
Sin embargo, estudios posteriores comprobaron una realidad diferente. De acuerdo con la evidencia reciente, no es la música de Mozart la que incrementa el rendimiento en algunas habilidades cognitivas, sino la exposición a una melodía (u otro estímulo sonoro) que nos resulte placentero.
A este fenómeno se le denominó «activación placentera» («enjoyment arousal»); y, además, cualquier incremento en el funcionamiento cognitivo es muy pequeño y pasajero. Así que ya saben, si disfrutan lo que escuchan, sea Mozart o Metallica, la música podría tener un efecto positivo, pequeño y pasajero, sobre algunos de sus procesos cognitivos.
La doctora Pasquinelli también sugiere, como una causa para la aparición de neuromitos, la interpretación errónea de resultados científicos. Tomemos como referencia un ejemplo que propone la doctora Pasquinelli. Existe el mito de los «primeros 3 años de vida», que plantea que no existe otro periodo tan propicio para aprender como en estos tres años iniciales.
Este mito tiene sustento en un enfoque que sostiene que el aprendizaje depende exclusivamente del crecimiento sináptico (o sea, del aumento en las conexiones entre las neuronas de nuestro cerebro).
Si bien es cierto que durante los primero años de vida nuestras neuronas incrementan su conectividad de manera extraordinaria, no se toma en consideración que los procesos de plasticidad cerebral no son únicamente anatómicos, esto quiere decir relacionados con la estructura, sino que además están influenciados por mecanismos ambientales.
Muchos de nuestros mitos encuentran un terreno fértil para crecer y desarrollarse gracias a la «Neurofilia» (Neurophilia), o dicho de otro modo, al apetito creciente que hemos desarrollado por las noticias que tienen como tema al cerebro. Tanto es así que, incluso dentro algunas disciplinas científicas, emplear el término neuro delante de cualquier palabra incrementa automáticamente la relevancia atribuida a la información que se ofrece.
Si bien es cierto que no todos los neuromitos son igualmente dañinos en nuestra vida cotidiana, la información falsa, de donde quiera que provenga, independientemente del campo al que se refiera, sí lo es. Por esta razón te sugerimos profundizar sobre la información que consumes relacionada con el cerebro.
Mucho más podemos hablar sobre los neuromitos y seguramente lo haremos en el futuro..
Sin embargo, ya que hemos llegado a este punto, ¿quieres saber si tú mismo eres de los que cree en los neuromitos o si por el contrario tienes un sólido conocimiento sobre el cerebro?
Quieres saber?
Si estás interesado en conocer cuánto sabes sobre el funcionamiento del cerebro puedes ponerte a prueba. Aquí te dejamos un cuestionario(encuesta en inglés y encuesta en español) que puedes completar con las opciones "correcto", "incorrecto" o "no sé".
Dentro de los planteamientos encontrarás el «mito del 10%».
Si antes de leer este post creías en él, puedes ser honesto, a fin de cuentas es importante conocernos mejor y hacerlo a tiempo.
Al completar la encuesta podrás conocer los resultados de tus respuestas.
Gracias por acompañarnos.
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