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Durante el pasado siglo XX nuestro conocimiento sobre el funcionamiento del cerebro se incrementó considerablemente. En la actualidad es un hecho de que todo lo que denominamos como «mente» es el resultado del funcionamiento cerebral. Gracias al padre de la neurociencia moderna, el neurocientífico español Santiago Ramón y Cajal, hoy conocemos que nuestra actividad mental tiene como base fundamental unidades biológicas singulares denominadas neuronas.
Cada neurona es un universo metabólico que al conectarse con las demás forma un conjunto que permite tanto la existencia de nuestro comportamiento consciente como inconsciente.
Cada pensamiento, recuerdo, conducta, decisión o emoción ocurre gracias a la actividad de circuitos cerebrales, o sea, a la comunicación entre neuronas dentro de zonas del cerebro relacionadas con funciones específicas y entre regiones distintas que controlan procesos diversos. En este sentido, nuestro cerebro es un excelente ejemplo de colaboración y complementariedad.
Nuestro cerebro es además un excelente ejemplo de equilibrio y caos. Cuando funciona balanceadamente, puede facilitar los pensamientos creativos más extraordinarios. Bien podría ser la Quinta Sinfonía de Beethoven, quizás Los girasoles de Van Gogh. Podría ser también el Guernica, Cien años de soledad; quizás la Capilla Sixtina.
Sin embargo, nuestro cerebro también puede ser herramienta para una extraordinaria maldad. Campos de concentración, esclavitud, genocidios, terrorismo son también el resultado de la mente humana y, por tanto, del funcionamiento cerebral.
En este sentido, este órgano es la herramienta más extraordinaria de la evolución, siendo al mismo tiempo escultor y escultura, fuente de todo bien humano y también de toda maldad. En presencia de algunas enfermedades, nuestro cerebro también presenta comportamientos extraordinarios. Podemos confundir una cabeza con un sombrero, sentir que nuestra pierna derecha no nos pertenece y querer cortarla de un tajo, o sentir dolor en un brazo amputado tiempo atrás.
En algunos casos, experimentar sabores mientras observamos colores o sentir frío mientras acercamos un dedo al fuego. Es extraordinario cuánto conocimiento hemos acumulado sobre las alteraciones cerebrales, al punto de reconocer que lo que consideramos como enfermedades psiquiátricas (esquizofrenia, trastorno bipolar o depresión) son también enfermedades cerebrales.
"En este sentido, el cerebro es la herramienta más extraordinaria de la evolución, siendo al mismo tiempo escultor y escultura, fuente de todo bien humano y también de toda maldad."
Sin embargo, existe menos conocimiento popular sobre cómo mantener el cerebro saludable. Estudios recientes confirman que la población en general conoce muy poco sobre la salud cerebral y cognitiva. Incluso para algunos la salud es algo que se encuentra del cuello hacia abajo, y rara vez toman en serio enfermedades tan severas como las demencias.
Mantenernos saludables cerebral y cognitivamente puede hacer una gran diferencia en nuestras vidas. La ausencia de salud cognitiva puede ser la razón por la que tengamos que abandonar nuestras actividades habituales, que no podamos cuidar de nosotros mismos ni de las personas a las que queremos, que tampoco podamos ser fuente de ingresos para nuestra familia o realizar actividades tan sencillas como tomar un medicamento a la hora indicada o cuidar de nuestra higiene personal. Nuestra vida sin salud cerebral y cognitiva sería sencillamente un caos.
¿Podemos mantener a salvo nuestra herramienta más extraordinaria? La respuesta definitiva es sí.
Entonces, ¿cómo podemos cuidar nuestro cerebro y el modo en el que funciona? ¿Es posible potenciar nuestra salud cognitiva? ¿Cómo afecta nuestro comportamiento cotidiano nuestra salud cerebral?
Acercarnos a estas y otras interrogantes es el objetivo de estos materiales. En las próximas entregas exploraremos cómo la depresión afecta nuestra salud cerebral. También trataremos sobre el optimismo, la calidad del sueño, nuestros hábitos nutricionales y la práctica del ejercicio físico y la meditación.
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