Según la hipótesis de «úselo o piérdalo», la falta de actividades cognitivamente estimulantes podría acelerar la pérdida de la función cognitiva. Sobre esta base, se ha sugerido que la jubilación aumenta el riesgo de deterioro cognitivo.
En consecuencia, la jubilación puede ser un desencadenante potencial del deterioro cognitivo, considerando que la realización de un trabajo remunerado supone, en la mayoría de las ocasiones, una actividad cognitivamente exigente.
Muchos estudios han respaldado esta suposición y muestran que la jubilación temprana se asocia con un funcionamiento cognitivo más bajo, y la jubilación tardía se asocia con una mejor cognición y un menor riesgo de demencia.
Un importante estudio sobre la relación jubilación-salud cognitiva fue desarrollado en el marco del proyecto Whitehall II . En esta investigación, publicada en la revista European Journal of Epidemiology se evaluaron a 3433 funcionarios públicos de Londres, realizando mediciones repetidas del funcionamiento cognitivo durante 14 años antes y los 14 años después de la jubilación.
Entre los procesos cognitivos estudiados se encontraban la memoria verbal, el razonamiento abstracto, la fluidez verbal fonémica y semántica (todos antes y después de la jubilación).
Los autores del estudio comprobaron que todos los dominios cognitivos disminuyeron más rápido después de la jubilación. Por ejemplo, la velocidad del deterioro en la memoria verbal fue un 38% más rápida después de la jubilación en comparación con antes, y esto luego de haber controlado el declive normal de este procesos asociado con la edad.
Un estudio más reciente publicado en la revista SSM-Population Health exploró la relación entre edad de retiro y salud cognitiva en una muestra de la población norteamericana. Los investigadores exploraron los procesos cognitivos de memoria semántica, cálculo y memoria de trabajo.
Además controlaron un grupo de variables que impactan en la función cognitiva, como por ejemplo, la práctica de ejercicio físico, el consumo de alcohol, la presencia de depresión y la existencia de varias enfermedades crónicas no transmisibles (diabetes, hipertensión arterial, antecedentes de enfermedad cerebrovascular, etc.). En total participaron en esta investigación 20469 personas.
Los resultados del estudio sugirieron que el aplazamiento de la jubilación hasta los 67 años fue beneficiosa para la función cognitiva en todos los géneros, etnias, y niveles educativos representados en la muestra. Sorprendentemente, los investigadores reportaron que los efectos beneficiosos de posponer la jubilación eran independientes de la complejidad del trabajo realizado por los participantes.
La reducción del deterioro cognitivo fue del 30% y el 34% para hombres y mujeres respectivamente, en comparación con quienes se jubilaban antes de cumplir 67 años de edad. De acuerdo con los autores, permanecer vinculado a una actividad laboral durante mayor tiempo constituye una intervención cognitiva “natural”, mientras que abandonar el empleo tempranamente constituye un claro factor de riesgo que acelera el declive cognitivo.
En resumen, la evidencia de la que disponemos hasta la fecha sugiere que posponer la edad de retiro no solamente es bueno para su bolsillo, también es beneficioso para su cerebro.
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